lunes, 2 de enero de 2017

If this love is pain, let's hurt tonight.

Nuestro cerebro es un artefacto muy curioso. Aun comprendiendo
una parte racional, muchas veces actúa por impulsos irracionales.
Nos somete a instintos primarios, sin darnos la opción de pensar.
Parece que dichas necesidades se cuelan en nuestra lista de tareas,
colocándose como primera opción, sin seguir el estipulado protocolo.

Un caso práctico es el hecho de enfadarse con alguien. Cuando
te molestas o sientes odio. Es difícil de controlar, sin embargo,
puedes intentar tratar de utilizar la racionalidad para calmar tus
sentidos. Pero la realidad funciona de otra forma...

Aunque lo hecho, hecho está, con el tiempo todo desaparece.
Aquello que nos mantenía fuera de nuestros cabales se esfuma
como el humo. Con el paso del tiempo, dejas de darle importancia
a todo, y solo puedes pensar en todos los bonitos recuerdos que
tenías junto a esa persona.

Y luego no podrás evitar la necesidad de cabrearte por haberte sentido
bien a causa de dichos recuerdos. Esos recuerdos son la materia
prima de la añoranza. Es el motor que mueve nuestros corazones.
Es el fuego, la chispa, la magia...

Esos recuerdos son los que producen la reacción de coger el teléfono
para llamar o escribir un mensaje. Producen la reacción de plantarse
frente a la puerta de esa persona para explicarle lo que sientes. Produce
un abrazo inesperado. Una lágrima de emoción. Incluso a veces
producen sonrisas...

Es cierto que no se puede vivir de recuerdos. pero siempre guardamos
pedacitos de felicidad de todas aquellas personas que alguna vez
apreciamos, independientemente de si la historia ha terminado o no.
Todos nos enseñan algo, algo valioso...

A mi me enseñaron a amar de verdad. Algo que nunca olvidaré.

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