sábado, 17 de noviembre de 2018

Las cosas que me pasaron.

No me arrepiento de lo que ocurrió. Estoy totalmente convencido.
- Bueno, yo no, mi corazón-.

Tenía que pasar por ello. La vida es caprichosa y convierte a grandes
conocidos en perfectos desconocidos. Es su más dulce y cruel placer.

Sin embargo, aunque antes no lo entendía, ahora me anima. La vida
me enseñó que existen duras pruebas que debes atravesar, simplemente
porque no existe otra forma de aprender la elección. 

Suena contradictorio, pero le doy las gracias por ello.

Ahora que el tiempo ha avanzado y que he echado la vista atrás, 
puedo decir que no me arrepiento de haber amado intensamente. 
Ahora puedo entender la situación por la que están pasando otras 
personas. Puedo comprender mejor su lucha, su dolor y la manera 
que han encontrado de reconstruirse día tras día.

Gracias a las cosas que me pasaron, me di la oportunidad de conocerme
a mi mismo. Y aquí estoy ahora, amándome profundamente. Dándome 
el privilegio de descubrirme cada día, de permitirme que crezcan de
nuevo flores en mí. Que no importa las veces que me pierda, o me olvide
de mi mismo, porque siempre voy a estar ahí para volver a encontrarme,
para perdonarme...

Gracias a las cosas que me pasaron, descubrí que puedo sentir rabia y
estar enfadado un tiempo prolongado. Que existe una parte oscura en mí
por mucho que decida obviarla y que nadie tiene que pagar mi actitud
amarga o mis platos rotos. En ese punto acepté que esa no era mi verdadera 
naturaleza, que en mi corazón no había espacio para el odio, 
y que ya era hora de perdonar a las personas que me causaron daño. No
podemos andar con ese peso a cuestas toda la vida...

Parece mentira, ¿verdad?, pero las batallas también prescriben.
Sobre todo cuando entendemos que ya no somos las personas que éramos antes. 

Las cosas que me pasaron me enseñaron muchas cosas. Pero la más importante
para mí, fue darme cuenta de que, después de todo, lo único
que permanece en mi interior son los buenos recuerdos y saber qué es lo que
no quiero.

"Dios no cierra una puerta sin abrir una ventana".

Gracias vida, por haberme hecho pasar por tanto, para después darme mucho más.
Una gran familia, dos buenos trabajos, unos buenos estudios, unos grandes amigos,
una buena salud, un tierno amor...


miércoles, 14 de marzo de 2018

Cuanto más me alejo de ti, más termino encontrándote.

Es innegable que la vida nos llevará por nuevos caminos, y nos hará descubrir
paisajes peculiares llenos de azul y nueva gente con aroma a aire fresco.
Sin embargo, siempre termino con las mismas preguntas... ¿de verdad estoy
donde quiero estar?, ¿de verdad estoy con quien quiero estar?

Cuanto más me alejo de ti, más termino encontrándote. Es entonces cuando
me doy cuenta de que ya sabía la respuesta.

domingo, 14 de enero de 2018

Lanzaste los dados.

Explícame cómo me has ganado. Por alguna extraña razón
has jugado tus cartas demasiado bien. Siempre trato de jugar
una nueva partida para intentar de cambiar el mismo resultado,
sin embargo, se vuelve a escribir la crónica de una muerte
anunciada.

Por alguna extraña razón no logro entender tus trucos. ¿Qué
táctica utilizas? ¿De dónde sacas la magia? Te miro todo el tiempo 
sin apartar la mirada. Muevo ficha, pero tú me miras y sonríes, 
como si supieras exactamente qué estoy pensando. Analizas
mis movimientos incluso antes de que llegue a formularlos en
mi cabeza. Me siento cómo un libro abierto ante ti y eso me estremece.
En mis entrañas sé que ya tienes meditado el siguiente movimiento. 
El movimiento devastador. 

Cuando por fin me armo de valor y abro la puerta para dejarte
marchar, como buen perdedor, decides quedarte para torturarme. 
Como si tu presencia no fuera ya lo suficientemente ardua. Como
si no quisieras tener otro adversario que no fuera yo. No sé cómo 
enfrentarme a ti. Parece que eres tú el que decide cuándo se termina 
la partida. 





domingo, 10 de diciembre de 2017

Tu mirada me hace grande.

El vaivén en nuestra vida. Ese es el problema. Estamos 
anclados en una rutina que gira en bucle...

Corremos de un lado para otro tratando de no llegar
demasiado tarde. Estudiamos. Trabajamos. Comemos.
Aceptamos compromisos. Cumplimos con obligaciones.
Saludamos a toda prisa. Dormimos menos horas de las
que deberíamos. Llevamos a cabo promesas. Arreglamos
contratiempos. Solucionamos la vida de muchas personas.
Llamamos por teléfono. Otras veces ni tiempo de mirarlo.
Organizamos la agenda...

Hacemos tantas cosas que nos olvidamos de lo que es realmente
importante. PARAR. Parar y disfrutar de nuestro pequeño descanso.
Parar y poder dedicarle un pequeño tiempo
a esas personas que siempre están con nosotros, en las buenas
y en las malas. Sobre todo los que están en las malas, que son
los peores tragos. 

A veces es necesario recordarle a las personas que apreciamos lo
importante que son para nosotros. Recordarle lo mucho que las
queremos. Y lo agradecidos que estamos de que sigan aun a nuestro
lado, a sabiendas de que somos incorregibles, y otras veces
insoportables.

Hace tiempo que entendí que los para siempre no existen. Que nunca
sabes cuando puede terminar algo. Por ello es necesario creer en el 
hoy. Cuidar el hoy, y luchar para que exista un mañana. Sentirnos 
bendecidos por tener una oportunidad cada día de disfrutar de todas
aquellas personas que queremos.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Y yo sigo jugando. ¿Qué más da?

A cal y canto. Así se quedó mi interior cuando lo
cerré con rabia. ¿Qué iba a hacer si no?

Estamos expuestos continuamente a personas que
hacen daño sin motivo aparente. Muchas veces con
fe, y otras sin consciencia. Y, al recibir el golpe, nos
cerramos. Nuestro interior se convierte en un ataúd
envuelto por cadenas que sellamos con candado.
Como si eso pudiese evitar que cualquier cosa pusiera
un solo pie ahí. Como si la vida no fuera una experta
cerrajera capaz de destruir el más duro de los impedimentos.

Alguien dijo alguna vez que, en esta locura que llamamos vida,
es necesario no tener miedo a vivir. Que debemos permitirnos
bailar aunque nos caigamos; que debemos dejarnos amar a sabiendas
de que nos pueden romper el corazón; que debemos otorgarnos el pleno
derecho a reír, aunque otras veces tengamos que llorar.
Porque algún día recordaremos el valor de los buenos momentos,
gracias a todos los malos que vivimos.

Somos seres caprichosos. Y nos juramos y perjuramos
que nunca volveremos a caer ante la presencia de la tentación
o ante aquellas personas o situaciones que nos hicieron daño.
Somos presas del miedo. Hacemos lo posible por no volver a
sufrir. Sin embargo, olvidamos que hay algo más caprichoso que
nosotros, el destino. Nos enseña que ya no somos aquellas personas
que éramos antes. Nos muestra que algo ya cambió en nosotros. Y
que necesitamos darnos una segunda oportunidad. Porque en la vida
todo se trata, finalmente, de eso... de caer y volverlo a intentar.

Así que he decidido seguir jugando porque yo ya estoy curado.
Yo ya no soy mi pasado...

¿Y si esta vez sí? ¿Y si no, por qué no volverlo a intentar?




martes, 5 de septiembre de 2017

Cadenas

Aquella noche salí a caminar. Y después de un largo
recorrido encontré un banco. Y allí, en medio de un
parque deshabitado, mientras escuchaba crujir a los
columpios, me agaché hasta apoyar la cara contra mis
manos. 

Después de respirar, y tratar de recomponerme, miré
al cielo. Ahí estaba la noche, la noche inmensa. Solitaria.
Solitaria como yo. Ella me miraba, y yo la miraba a ella.
Como dos personas que no se conocen pero cuyas vidas
también han sido sacudidas.

Fue entonces cuando mis pupilas marrones se dilataron
y de golpe lo entendí. Entendí que a mí se me otorgó 
una vida. Un vida que es solamente para mí. No para
nadie más. Nadie más iba a vivir por mí mi propia vida.
Y que aquél era mi mundo, y que yo formaba
parte de la noche, de los árboles, del aire, y de los columpios.
De repente los sentí como míos. De repente me abracé a la única
vida que poseo. 

Recaí en que era LIBRE. Una persona libre para tomar sus propias
decisiones. Para estar en el lugar que quisiera. Para sonreirle a quien
me apeteciera. Libre para desaparecer hoy, y libre para regresar mañana.

No nos damos cuenta de que muchas veces no somos libres. Nos
mantenemos encadenados a personas, a sus apetencias, nos
encadenamos a un trabajo, a un tiempo limitado, a unas circunstancias
desastrosas. Nos encadenamos a una familia, a un lugar determinado, 
a unas súplicas, a una piedra y a unas mentiras. Nos encadenamos
pensando en la felicidad de los demás. Nos encadenamos por miedo
a quedarnos solos. Nos encadenamos por no abandonar a alguien.
Nos encadenamos, y muchas veces de manera inconsciente.

Esa noche salí a caminar. Esa noche me quité las cadenas. 




martes, 8 de agosto de 2017

Nuestro nuevo yo.

Hoy he echado la vista hacia atrás y he visualizado
el camino que he recorrido. No os voy a mentir, 
francamente, ha sido un camino bastante duro. Aún
no puedo recordar si alguna vez hubo otra cosa que
me golpeara tan fuerte. Con tal magnitud...

En cambio, después de pasar por un extenso periodo
de recuperación, sanación, reencuentro, aprendizaje
y demás, puedo confirmar a ciencia cierta que todavía no
me he muerto. Todavía sigo aquí, dando guerra. Y me 
he dado cuenta de que es probable que vuelva a sentir que
me voy a morir unas cuantas veces más por otras causas, 
así que, agradezco no haberme muerto a la primera...
Ahora tengo más oportunidades para vigilar por donde
voy pisando.   

He descubierto que ya no albergo odio ni rencor en mi 
interior, pues ha pasado tanto tiempo que aquello que 
sucedió me parece una simple ilusión... como el eco
de algo que se encuentra muy lejano. 

He descubierto que en mi corazón solo quedan buenos 
recuerdos. Antes, eran los únicos que tenía. Sin embargo,
el tiempo me ha permitido ir cosechando algunos nuevos
que ahora se relacionan más con mi actual presente. Nuevas
personas, nuevos lugares, nuevos vicios, nuevos retos,
nuevas desilusiones... sí, hasta lo malo es nuevo, 
y eso lo vuelve muy especial, por raro que pueda parecer. 

He descubierto que ya no soy la persona que era antes. Me
abandoné profundamente tiempo atrás. Hoy estoy
descubriendo un nuevo amor, que es el propio. Es el más 
difícil de todos, pero es el más real. Estoy aprendiendo a 
escucharme cada día, a mimarme, a hacer todas aquellas cosas
que podía hacer solo sin nadie a mi lado, y las cuales no me atrevía
a hacer. Ya no soy quién era antes, y no me arrepiento, pues me
ayuda saber que no he dejado de ir hacia adelante. 
Siempre construyendo.

Antes no podía, pero ahora me veo diferente. 
Ahora, por fin, sin ánimo de modestia, me veo
como las buenas oportunidades. Si no las coges 
a tiempo, se escapan... y esas no vuelven a pasar
dos veces en la misma vida.





viernes, 12 de mayo de 2017

¿Eres una cuchara, un cuchillo o un tenedor?

Este es el mundo donde nos ha tocado vivir. Un mundo
hermoso lleno de personas no tan hermosas. Vivimos en
un lugar lleno de posibilidades con personas que impiden
alcanzarlas.

Una amiga me dijo una vez que en este mundo, desgraciadamente,
hay personas a las que les toco ser cuchara. Ni pinchan, ni cortan,
pero siempre quieren estar en medio de todo. Siempre con el
objetivo de molestar, obstaculizar, entorpecer, distraer, incordiar,
entre otros extensos y desesperantes adjetivos.

No entiendo a las personas que dicen que este mundo es egoísta. El
mundo no es egoísta, los humanos son los egoístas. Sus visiones
acerca de la vida son limitadas. Estas son las mismas personas que
deberían conectar su cerebro a su lengua antes de hablar. Observar,
informarse y entender para después poder argumentar con conocimiento y
causa. Aquellas que deben dejar de criticar para destruir, o de difundir rumores.

Son personas que no quieren aportar nada a la sociedad, que no
encuentran un motivo en la vida para luchar. Es muy probable que
el motivo se encuentre delante de sus narices, pero su negatividad,
su falta de ganas e ilusión les impide verlo. Hay personas que son
malagradecidas por naturaleza. Y, una vez más, por desgracia, existe
superpoblación de ellas.

Todos podemos crear un gran futuro. Tenemos grandes capacidades,
somos grandes personas. En cambio, malgastamos nuestro tiempo
buscando la paja en el ojo ajeno y poniéndonos la zancadilla. El problema
ocurre cuando todos tiran en sentido contrario al que hay que tirar. Son
esas personas cuchara, que no tienen idea de nada, pero quieren opinar,
criticar y poner todos los puntos y comas de una redacción. Poner a los
cuchillos y los tenedores a coger la sopa.

Por favor, si usted está leyendo esto, y ha nacido persona cuchara,
únicamente tiene que dedicarse a no fastidiar a todo el mundo.
Debe ayudar a la sociedad a crear un mundo mejor, apoyando y
ayudando a los cuchillos y a los tenedores. Su labor también es importante
cuando la realiza correctamente. Deje su negatividad, y expanda su mente.
Sea mejor persona. Aproveche las oportunidades. Adquiera conocimiento.
Cambie el mundo, pero no lo estropee más, por favor.

jueves, 27 de abril de 2017

I need you to hold.

"No hay mal que por bien no venga". Nunca entendí
muy bien esa expresión... ahora la comprendo 
demasiado bien. El lado positivo de las viejas heridas 
abiertas es que están ahí para recordarte lo que sucedió.
Te recuerdan el cómo, te recuerdan el dónde, y sobre todo,
el con quién. Existen para no dejarte volver a caer 
en el mismo pasado.

Todos tenemos viejas heridas que aun permanecen abiertas.
Algunas se cierran porque se zanjan, por fin. Otras, en cambio,
siempre permanecen resquebrajadas. Nunca nos dejan de doler.
Únicamente olvidamos el dolor. Nos acostumbramos. Lo sentimos
hasta que se convierte en algo habitual. Y ahí permanece...
para volver de vez en cuando, como vuelven las abejas a las flores.
Las heridas le afectan a cada uno de una forma distinta a través de 
los kilómetros de espalda, o los centímetros del corazón. 

El trato que tenemos que darle a las heridas es lo que nos va a
representar. Podemos decaer por ellas siempre que hurguemos en
su interior, o podemos coserlas con nuestro hilo más duro y 
remendarlas cada vez que se abran. 

Perdona, ¿podrías pasarme la aguja?

martes, 4 de abril de 2017

Es un derecho, pero también una opción.

Los golpes más duros siempre proceden de aquellas personas
a las que una vez quisimos. Los golpes procedentes de otras
direcciones no son más que rasguños que viven y mueren 
por encima de la piel. 

Es cierto que jamás dicho golpe será el primero. Y con certeza te diré
que tampoco será el último. Sin embargo, hay que aprender a 
esquivarlos. Y, cuando no queda más remedio, pues súbitamente
encajarlos.

Pero lo bueno de los golpes es que aprendes. Unas veces aprendes
de una primera vez, y otras veces aprendes a base de leñazos. No
te puedo decir como tragar esa pelota que se te forma en la garganta,
ni tampoco como aliviar el dolor que ahora sientes en el estómago.
Aunque, lo que sí puedo decirte, es que se sobrevive.

El infierno llega metódicamente al principio. Los demonios se lo pasan
pipa atormentándote. No pasa nada, porque aprendes. Empiezas
a apreciar las cosas de una nueva manera. Como si respiraras
por primera vez. Como si el peso que sentías sobre tus hombros
hubiese desaparecido de una vez por todas.

Entonces, al fin, dejas de volcarte tanto por alguien. Aprendes a 
dejar de ser tan inocente y a desconfiar más de la vida, y de las
personas. Dejas de esperar que alguien vaya a preocuparse por ti,
o a sacudir con fuerza su mundo, o hacer lo imposible para 
estar contigo. Aprendes a quererte, otra vez, como lo hacías antes.
Te permites poner tiritas y tapas los diferentes huecos que existían
dentro de ti. Aquellos jirones de tu alma...

Aprendes que sufrir es un derecho, pero también es una opción. Y que
sufrirás tanto como tú quieras sufrir. Y el día que te perdones, por fin
todo volverá a estar en calma. Comenzarás a decorar tu vida como a ti
te gusta, y a ponerte todo aquello que nunca te atreviste a poner. No
para impresionar a alguien, sino porque sabes que te confiere una fuerza
abismal y una seguridad impenetrable. Entenderás que el primer amor 
es el propio, y que nunca debes abandonarlo.

Tienes razón, tal vez no te puedo decirte cómo enfrentarte a los golpes,
ni tengo la fórmula secreta para evitarlos, pero sí puedo decirte que
solo morirás por ellos tanto como tú desees morir.