Y te cuestionas a ti mismo. Te contradices. Te vuelves
loco. Te dejas afectar. Te miras al espejo y solo ves
una imagen extremadamente desagradable, nunca la
que tú siempre quicistes ver. Te sumerges en pensamientos
estúpidos para no ver la realidad. Te desmoronas. Casi
derrumbado. Te quejas una y otra vez hasta que ya sientes
que tus lamentos no hacen más que alimentar la causa
por la que te quejas. Te subestimas. Te maltratas. Apenas
te entiendes. Te sientes menos. Minúsculo...
¡DES-PIER-TA!
¿No te das cuenta que para mi eres más que perfecto?
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