Te llevo tan, tan, tan dentro.

En algún momento de este esayo continuo llamado
vida, recordamos aquel verano del 2000 con aquella
persona que conseguía hacer que se llemara VERANO
con cada una de sus mayúsculas.
Puedo imaginar que cada uno de nosotros tiene su propia
historia con alguien, su propio instante. Y tambíen
cada uno de nosotros por muy fuerte que sea, echa de menos
a algo o a alguien.
Cada día es una nueva oportunidad para pasar una
pequeña parte del poco tiempo que existe con
las personas que nos rodean. Cuando estamos
junto a ellas, no sentimos nada malo, pero si fueramos más
curiosos, podríamos decir que estamos realemente bien.

Es sólamente entonces cuando el destino consigue todos
sus propósitos y separa todas esas partes de su vida para
que continuen por sí solas. Y llega aquello que deberíamos
haber hecho desde un principio, valorar y hace saber todo lo
que quieres a cada una de las personas que te hacen feliz.

Primero no lo aceptamos, por que aún no podemos creer
que eso sea posible. Después negociamos de todas las formas
para intentar que eso no ocurra. Más tarde nos cabreamos, nos
enfadamos con todo el mundo sin un por qué. Y por último la
resignación. Sabemos que hemos hecho lo que hemos podido y ya
no hay vuelta atráa.
Pero Diós bendiga a quien inventó los reencuentros (ironía). Lo mejor
de eso son las ansias y las ganas de volver a sentir el calor de ese ser
al que echabas de menos.
Por eso mismo cuando eches de menos a alguien, alégrate, por que
junto a esa persona has vivido mil y un recuerdos inolvidables.
Porque, aunque es dificil de pensar, tarde o temprano, lo volverás
a ver..., a sentir.