jueves, 27 de abril de 2017

I need you to hold.

"No hay mal que por bien no venga". Nunca entendí
muy bien esa expresión... ahora la comprendo 
demasiado bien. El lado positivo de las viejas heridas 
abiertas es que están ahí para recordarte lo que sucedió.
Te recuerdan el cómo, te recuerdan el dónde, y sobre todo,
el con quién. Existen para no dejarte volver a caer 
en el mismo pasado.

Todos tenemos viejas heridas que aun permanecen abiertas.
Algunas se cierran porque se zanjan, por fin. Otras, en cambio,
siempre permanecen resquebrajadas. Nunca nos dejan de doler.
Únicamente olvidamos el dolor. Nos acostumbramos. Lo sentimos
hasta que se convierte en algo habitual. Y ahí permanece...
para volver de vez en cuando, como vuelven las abejas a las flores.
Las heridas le afectan a cada uno de una forma distinta a través de 
los kilómetros de espalda, o los centímetros del corazón. 

El trato que tenemos que darle a las heridas es lo que nos va a
representar. Podemos decaer por ellas siempre que hurguemos en
su interior, o podemos coserlas con nuestro hilo más duro y 
remendarlas cada vez que se abran. 

Perdona, ¿podrías pasarme la aguja?

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