jueves, 11 de agosto de 2016

Ha pasado mucho tiempo.

Los motores de los coches tienen que pasar revisiones
constantes para asegurarse de que siempre están puestos
a punto. Para que las frutas y las verduras crezcan sanas
y fuertes hay que cuidarlas con constancia a través del
regadío, abonos y fertilizantes. Los animales aprenden
a tener confianza en sus dueños cuando estos los alimentan,
les proporcionan confianza y cariño, y los protegen.

Si un ordenador no se limpia de forma rutinaria terminará por
atascarse a causa del polvo y los diferentes agentes, llevándolo
hasta su obsolescencia. Si no tomamos conciencia sobre el medio
ambiente, imaginemos la relativa o consecuente situación... animales
enredados entre la basura que lanzamos al mar, bosques incendiados...

De una forma más directa, dicho con otras palabras, lo que intento decir
es que cuando uno no cuida algo que tiene, termina por
estropearse, pudrirse, destruirse, e incluso morir. Todo depende de otra cosa
aunque solo sea una millonésima parte.

Es cierto que, como humanos, detestamos la rutina. Sin embargo, el tiempo
me ha demostrado que muchas veces la monotonía de las cosas es la primera clave
para su supervivencia. En cambio, la segunda clave es entender y valorar qué
es lo que está entre nuestras manos. Cuál es su importancia. Por qué nos sirve.
Qué aporta en nuestras vidas.

Y la pregunta más difícil. ¿Estaríamos dispuestos a vivir sin ello?


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