martes, 3 de noviembre de 2015

El río que fluye en ti.

Lo más difícil de la soledad es aprender a abrazarla.
Lo más bello que tiene la soledad es el sonido de
los pájaros. La tranquilidad, el imperturbable silencio
cuando te mantienes estático, el crujido del parqué.
Tus pensamientos...

Aferrarse a la vida de alguien, mantenerse en esa dura
batalla... a veces es un cargo que no todos somos
capaces de superar. El tiempo es caprichoso y el
destino suele tener demasiada mano dura. Y te enseña
que confiar no es solamente una palabra bisílaba.
Que regalar demasiada confianza es señal de una
colisión cercana con la maldita pared... porque las
personas tienen la mala costumbre de partirla por la
mitad como si de una pequeña rama de árbol se tratara.

¿Dónde termina el amor y comienza el interés?, ¿cuánto
tiempo he tenido los ojos vendados?, ¿dónde estoy?

Lo más frágil de la soledad es no poder apoyarme
en ti cuando me encuentro mal. O cuando, simplemente,
quiero celebrar mi felicidad a tu lado. Lo más
complicado de la soledad es volver a empezar, volver a
conocerme, intentar perdonarme, tratar de no odiarme,
concluir por fin todas aquellas cuestiones relevantes
sobre a qué lugar pertenezco, y quien es realmente fiable.

Lo más sabio que me ha enseñado la soledad, hasta ahora,
es que el lugar que ocupabas tú, ya no está más.

Ahora, mi trabajo, consiste en darme la oportunidad de aprender.
¡Qué soledad tan hermosa, y a la vez tan complicada!

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