martes, 8 de mayo de 2012

He caido en la cuenta de que no estás tú.

Se entiende la necesidad. Antes nos ahogabamos por pasar
tanto tiempo al lado de un amigo o una pareja. Nada nuevo
que compartir. Nada nuevo que hablar. Nada nuevo qué hacer.
Nada.
Ahora intentamos distribuir mejor nuestro tiempo,
cambiamos de aire, conocemos nuevas personas, buscamos nuevos
trabajos (o al menos se intenta en esta época de crisis)...
Muchas veces nos alejamos de esas personas queridas con el fin
de estrechar más los lazos, de poner en riesgo una amistad que se
mantiene en base a recuerdos,  de vivir nuevas experiencias de las
que hablar cualquier tarde en un bar con una cerveza bien fresquita.
Y de la mano de la lejanía viene la añoranza. Viene las noches en vela
pensando ''cuánto te echo de menos'', ''te necesito aquí'', ''me muero
por un abrazo tuyo''...
Pero, al fin y al cabo, cuando pasa el tiempo y vuelves a reencontrarte
con ese amigo/a o con tu pareja, es la sensación más dulce del mundo.
Son días de nudos en la garganta exprimidos en el abrazo más fuerte
nunca imaginado. Es un ''quedate conmigo''. Es indescriptible.

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