viernes, 13 de abril de 2012

Llamaradas en el cielo.

Sopresas. Esa es la palabra clave. Somos como máquinas
que predecimos todo lo que va a pasar. Sin
arriesgarnos a perder en algo que no
podemos controlar. No nos fiamos. Calculamos cada
centímetro. Revisamos cada suma. Cada resta. Cada
operación. Cada paso dado. Hacemos todo lo
posible porque nada nos coja por las espaldas.

Muchas veces no recordamos que hay que dejarse
sorprender. Que hay que apostar sin saber
lo que va a pasar. De encontrarse por casualidad con
un conocido y gastar tu tiempo en una agradable
conversación olvidándote casi de cual era tu destino.
De llenarte de ilusión. De palpar la mágia. De sentir
la euforia que muchas veces nos produce lo inesperado
cuando es bueno. Cuando es un regalo.
 ¿Qué sentido tendría sino la vida si no nos colmase de
estos dulces y pequeños momentos?

2 comentarios:

  1. Esa es la visión que trato de tener del mundo día tras día. Y ya van varios años, aunque con altibajos: dejarme sorprender, ver magia en los lugares más cotidianos y en los más inusuales, reír porque sí y también apreciar esas pequeñas cosas, esos pequeños detalles...

    Muchas veces hace falta que alguien nos descubra estas cosas. No es mi caso, pues es algo que aplico todos los días, pero me alegra que hayas escrito esto y, quizás, le hayas abierto los ojos a alguien :)

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  2. En primer lugar, te agradezco profundamente tu comentario. Y en segundo lugar, has dicho una verdad como un templo: ''magia en los lugares más cotidianos.''
    Así es como debe ser, siempre que cada día sea un día nuevo. ¡Un abrazo muy grande amiga!

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