sábado, 2 de octubre de 2010

El guerrero de las palabras.

Era como los buenos tiempos. Nunca sabías cuando iban a venir,
y todavía menos cuanto iban a durar. Siempre que yo construía
una muralla ante sus ataques, una vez más lograba atravesarla
convirtiendola en añicos.
Lo peor no era que las atravesara,
sino que ya podía hacer conmigo lo que quiera. Y continuamente
la misma historia. Contruir y derribar. Construir y derribar...
Eran las palabras su arma secreta, su mejor baza en el juego,
pero el mío la inteligencia.
El relato dice que un día que mi corazón estaba agotado,
se desató la más peligrosa de las emociones sentidas
en el mundo, la ira.
Puso en funcionamiento su inteligencia, su rabia y su poder y
construyó de nuevo la muralla. Él, sanguinolento, intentó
de nuevo su estrategia. ¿Sabes lo que ocurrió? Que no
tuvo en cuenta los cañones que yo mismo había colocado y cargado.

Todos tenemos un límite. Pero, ¿Qué ocurre cuando se acaba la paciencia?
Cuida lo que tienes antes de que se te escape.


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