sábado, 21 de mayo de 2016

FORWARD.

Reconocer cómo son las personas, en su justa realidad,
es una habilidad con la que nunca nací.

Era, desgraciada o afortunadamente, una persona que
todavía creía en la bondad de la humanidad. Pensaba
que cada uno de nosotros partíamos desde el inicio
con una luz interior y una inocencia que nos convertiría
en personas dignas de admirar en un brillante futuro.

Me aferraba a la idea de que un cuerpo no podía
albergar tanto mal. Que un cuerpo lleno de odio,
rencor, codicia, y desprecio acabaría por convertirse
en polvo tanto interna como externamente. Que un
cuerpo que no pudiese expresar toda su hermosura y
verdad se descompondría por momentos.

Aquella luz que pensé que nacía en el interior guiándote en el camino
resultó ser una bombilla fundida del repertorio lumínimo
que muchos solían desprender. Ahora, tristemente, me aferro a la idea
de que el acusado polvo de los años, la soledad no extinguida
y el azote del tiempo se acumula en los hombros de las personas,
no dejándolas levantarse de un suelo más que pisoteado y gélido.

¿No estamos en nuestro derecho a equivocarnos? No hago más
que caminar en círculos alrededor de esta pregunta. ¿No somos
humanos?, ¿no consistía en que el que tiene boca se equivoca?,
¿no deberíamos tener todos una segunda oportunidad?

Mira, chaval, cada vez voy dejando más huellas en el camino. Y es
muy duro comprobar firmemente que tu visión del mundo era errónea.
Que no puedes confiar fielmente en quien acabas de conocer. Ni
ciegamente en quien confías desde hace años al cien por cien.
Que no todos nacemos con una luz en nuestro interior. O tal vez sí.
En cambio, muchos ya tienen las luces apagadas. O quizás, estropeadas.
Pero puedo asegurar que hay personas que no quieren encenderlas, o
ya se olvidaron de que existió alguna vez. Ni el mundo, ni la gente te dará
la paciencia que necesitas para afrontar las situaciones. Eres tú quien tiene
que luchar por ti. Enfocarte en tus metas. No dejarte llevar por personas
que son agujeros negros que absorben luces como la tuya, que
nunca han apostado por tu bien.

Estamos en un banco lleno de peces. Quizás no tengas la habilidad, al igual
que yo, para reconocer cómo son de por sí las personas, pero una cosa es cierta,
todo sale a flote. Y tarde o temprano descubrirás la verdad por tus propios
ojos. Y podrás decidir bien alto quién se queda y quién se va. No tengas miedo
de elegir.

Estamos en un banco lleno de peces. O comes, o te comen.  

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