Always yours, always mine, always ours.

Todos tenemos un mundo diferente. Unos cambian de mundo
de manera constante, otros lo decoran. Unos tienen miedo de
huír del suyo propio, otros se soprenden con lo que se encuentran
detrás de su nuevo mundo. Viajamos constantemente en busca
de una meta, sin ni siquiera saber a que meta queremos llegar.
No tenemos ni idea cual será el final, pero sin dudarlo y sin pruebas,
estamos seguros de que hay uno. Por el miedo de que si no tienes
un destino, no sabes quién eres ni cuál es tu lugar. Y te quemas.

Hay cosas que nos martillean la cabeza y es lo que nos hace levantar
la mano para despedirnos de ellas. Solo piensas en que lo que ahora
viene tiene que ser mejor que lo que la mala suerte te jugó en tu pasado.
Pero nunca nos paramos. Siempre hacia adelante cabizbajos.
Despreocupándonos del verbo estar y sin mirar hacia nuestros lados.

A fin de cuentas, lo que de verdad importa no es la meta, o si llegaras
sano y salvo a tu destino, sino lo que te sucede en el camino. Los
amigos que conoces, las aventuras que vives, los retos que superas,
el amor que te abraza, la felicidad que te estrecha la mano, las cosas
que haces porque te gustan, las discuciones que tienes...
eso es la magia del camino.
Lo importante de tu mundo no es que va a ser de ti, sino lo que te sucede
dentro de él. Como una amiga una vez me dijo: La vida no se mide por las
veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento.